¿Puede la toxina botulínica ayudar en la depresión?
Aunque la toxina botulínica tipo A (TBA) es ampliamente conocida por su uso en medicina estética para atenuar arrugas, en los últimos años (desde 2020) ha cobrado interés como una posible herramienta en el tratamiento de la depresión.
¿Qué han encontrado los estudios?
Múltiples investigaciones clínicas internacionales han observado que pacientes con trastorno depresivo mayor, al recibir TBA en la zona glabelar, reportaron mejorías significativas en su estado de ánimo, incluso en casos crónicos o resistentes a tratamiento farmacológico.
Los resultados más comunes incluyen:
- Reducción del 30% al 45% en las escalas de depresión.
- Mejor respuesta emocional tras una sola sesión.
- Recurrencia de síntomas cuando el efecto del botox desaparece, y mejora nuevamente tras una nueva aplicación.
¿Cómo funciona?
Se han propuesto tres mecanismos, que recalcan la conexión entre las emociones y expresiones:
- Mejora en la expresión facial y autoestima, lo que impacta positivamente en el entorno social y emocional del paciente.
- Teoría de retroalimentación facial: al bloquear los músculos que expresan emociones negativas (como el ceño fruncido), también se reduce la vivencia de dichas emociones.
- Efecto neuroquímico central, donde la toxina influiría en regiones cerebrales como la amígdala, relacionada con la tristeza y el miedo.
¿Y las limitaciones?
Aunque los resultados son alentadores, existen limitaciones metodológicas: muestras pequeñas, dificultad para enmascarar el placebo (por el efecto visible del botox), y variabilidad en las dosis y escalas de medición. Además, muchos estudios aún comparten datos entre sí, lo que puede sobrevalorar los resultados.
¿Qué significa esto para los profesionales de la salud estética?
Para quienes trabajamos en medicina estética, este enfoque representa una ampliación del valor terapéutico de nuestros procedimientos. No se trata de reemplazar los tratamientos convencionales para la depresión, sino de reconocer que el rostro y las emociones están profundamente conectados. Aplicaciones como esta abren la posibilidad de abordajes más integrales, donde lo emocional, lo funcional y lo estético se cruzan.
La TBA podría convertirse en una herramienta complementaria en el tratamiento de la depresión. Para los profesionales de la medicina estética, esta línea de investigación refuerza la idea de que el rostro también es una vía para cuidar la salud mental.
Bibliografía
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